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Páncreas graso: ¿qué es y cómo se trata?

  • Qué es
  • Causas
  • Cuadro clínico
  • Diagnóstico
  • Tratamiento
  • Consejos finales

Es difícil sobrevalorar el papel de este pequeño órgano (de aproximadamente 6 cm de largo) escondido en lo profundo de la cavidad abdominal. Asegura la digestión de los nutrientes, regula los procesos metabólicos y realiza muchas otras funciones útiles. No es de extrañar que cualquier alteración en su funcionamiento sea perjudicial para la salud de la persona. Con mucha frecuencia las personas sufren de obesidad del páncreas, denominada lipoma, distrofia adiposa o simplemente lipodistrofia en los círculos médicos.

Qué es

Las opiniones sobre qué es exactamente lo que impulsa la aparición de la enfermedad son divergentes. Algunos médicos señalan la pancreatitis como el “culpable” directo, mientras que otros consideran que el factor genético es determinante.

Una cosa es segura: la lipomatosis es una enfermedad secundaria. Al sentir el potente impacto negativo, el páncreas, obedeciendo al “instinto de conservación”, intenta compensar las células muertas durante los cambios patológicos. En su lugar surgen análogos grasos sustitutos, incapaces de llevar a cabo normalmente sus funciones directas. Esta reacción del órgano afectado a la agresión es natural, pero, por desgracia, inútil.

Causas

Las causas, o para ser más precisos, los factores desencadenantes de la obesidad del páncreas son:

  • lesiones traumáticas de sus tejidos;
  • enfermedades primarias del organismo: pancreatitis, gastritis crónica, hepatitis, diabetes mellitus;
  • debilitamiento del sistema inmunitario general;
  • hereditarismo;
  • cambios relacionados con la edad;
  • consumo excesivo de medicamentos;
  • adicción excesiva a los alimentos grasos y fritos:
  • hábitos nocivos.

Ocupan los primeros puestos en el grupo de riesgo los alcohólicos crónicos y las personas propensas al sobrepeso.

Cuadro clínico

La insidia de la obesidad del páncreas radica en su ausencia de síntomas en las primeras fases, cuando el diagnóstico de la enfermedad solo es posible mediante ecografía.

Dos factores principales influyen en el cuadro clínico de la enfermedad:

  • alteración del funcionamiento natural del páncreas;
  • compresión de los tejidos sanos no solo del propio páncreas, sino también de los órganos circundantes.

El grado de proliferación del tejido adiposo puede variar en función de la parte de las células que ha sido afectada. Se puede hablar de obesidad si más del 30 por ciento de las células normales del páncreas han sufrido mutaciones.

Al mismo tiempo, el grado de gravedad depende no tanto de la cantidad de células mutadas, sino de su ubicación y concentración. Cuando se acumulan en un solo lugar, se forma una neoplasia benigna: lipoma. Durante muchos años, el enfermo puede desconocer su existencia. Solo si el tumor comienza a aumentar de tamaño, comprime el sistema vascular, las ramificaciones nerviosas y los conductos, los síntomas comienzan a manifestarse.

Los principales síntomas son:

  • dolores de cinturón por debajo de la parte inferior derecha de las costillas, especialmente después de comer;
  • hinchazón, acompañada de meteorismo;
  • sed constante;
  • aparición de pequeñas úlceras en la cavidad bucal;
  • impulso permanente a vomitar, náuseas;
  • alteración de las deposiciones, siendo posible la presencia de grasa y sangre en las heces;
  • debilidad general y apatía.

Estructura del páncreas

La alteración de la producción de hormonas contribuye al desarrollo de enfermedades endocrinas con un aumento paralelo del contenido de glucosa. Si no se toman medidas drásticas, el paciente corre el riesgo de desarrollar diabetes mellitus. Además, se produce una especie de reacción en cadena: el proceso de obesidad se traslada a otro órgano vital: el hígado, lo que conlleva el riesgo de hepatosis.

Diagnóstico

Teniendo en cuenta las complejidades de la especificidad de la enfermedad, ante las primeras sospechas de lipodistrofia, hay que acudir sin demora al gastroenterólogo o endocrino. En la primera fase del diagnóstico, debe comprender la clínica de la enfermedad, escuchando un relato detallado de las molestias.

En particular, le preguntará al paciente cuándo comenzaron a manifestarse los síntomas, en qué medida sigue el régimen de alimentación, qué enfermedades crónicas ha padecido y con qué frecuencia consume bebidas alcohólicas. Otra pregunta obligatoria: ¿alguien de sus familiares cercanos padece obesidad pancreática?

A continuación, tras determinar mediante palpación el estado aproximado del órgano examinado, el médico derivará al paciente a un examen de laboratorio e instrumental. Solo sobre la base de todo el conjunto de información obtenida se puede tratar la enfermedad eligiendo el régimen terapéutico adecuado.

Tratamiento

El tratamiento eficaz implica un enfoque integral e incluye:

  • combinación de medicamentos tradicionales con remedios caseros;
  • ajuste del estilo de vida.

En los casos graves, la solución óptima es la intervención quirúrgica.

La duración del tratamiento es de unos dos meses. Al finalizar se prescriben nuevos análisis (bioquímica de la sangre y ecografía de la cavidad abdominal) con repetición del tratamiento al cabo de seis meses.

Medicamentos

El tratamiento farmacológico se basa en el uso de medicamentos que corrigen el funcionamiento del páncreas y favorecen los procesos digestivos.

  • en primer lugar, se trata de enzimas como Festal, Pancreatina, Mesim, que alivian la pesadez de estómago;
  • para los vómitos y las náuseas, la Metoclopramida ayudará a controlarlos;
  • como analgésicos se prescriben espasmolíticos (Platyfilina, Ibuprofeno, No-Spa);
  • las alteraciones de las deposiciones pueden corregirse con medicamentos antidiarreicos, como la Loperamida;
  • los espasmos intestinales se calman con Mebeverina;
  • los complejos vitamínicos ejercen un efecto fortalecedor general sobre el sistema inmunitario.

Si es necesario, el médico también prescribirá terapia con insulina.

Métodos adicionales

Junto con la terapia farmacológica se pueden utilizar remedios caseros (infusiones y decocciones de hierbas), pero hay que hacerlo solo bajo supervisión médica, ya que pueden producirse efectos secundarios no deseados.

Entre las recetas más comunes destacamos la decocción, preparada con cantidades iguales de hierba de San Juan, valeriana, ortiga y caléndula: 10 gramos por vaso de agua hervida. Se toma en partes iguales hasta siete veces al día.

La fisioterapia, la hirudoterapia (con sanguijuelas) y el tratamiento sanitario o vacacional con aguas minerales ofrecen buenos resultados.

Y lo más importante:

Ningún medicamento corregirá radicalmente la situación si no se sigue un estilo de vida saludable y una dieta adecuada. Por eso, si se confirma el diagnóstico, es necesario:

  • olvidarse de la existencia del alcohol y los cigarrillos;
  • hacerse amigo de los ejercicios físicos (en el gimnasio o en casa), la natación, la carrera;
  • control
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