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Hígado graso: cómo prevenirlo, tratar la enfermedad y evitar posibles consecuencias

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Se puede reconocer fácilmente el sobrepeso por su figura deformada y el número aumentado en la báscula. Lo que permite reaccionar al problema a tiempo y eliminarlo. Pero a veces las células de grasa atacan un órgano en específico, algo que no siempre se ve reflejado en el sobrepeso. En particular, la obesidad hepática puede diagnosticarse incluso en personas delgadas.

La peligrosa enfermedad no se manifiesta de inmediato, por lo que no todos relacionan el deterioro del bienestar con ella. El tiempo precioso se termina y la patología en forma avanzada conlleva a consecuencias irreversibles. Es por eso que es muy importante comprender qué es y si se puede curar.

Naturaleza

La enfermedad tiene varios nombres distintos: obesidad, distrofia grasa, hepatosis y adiposis. Bajo la influencia de varios factores, los tejidos hepáticos comienzan a ser reemplazados gradualmente por grasa. De no mediar un tratamiento adecuado, las células lipídicas capturan un área cada vez más grande del órgano. Al principio, esto se manifiesta con una falla menor en el funcionamiento de la “fábrica de productos químicos” del cuerpo. Pero cada vez las alteraciones en el funcionamiento del hígado se vuelven más pronunciadas.

La hepatosis grasa afecta tanto a niños como a hombres y mujeres por igual. Las razones pueden ser muy diversas. Y si no se detiene el principal factor provocador, es poco probable poder librarse para siempre de esta patología. Suele ser de naturaleza crónica y prolongada.

Cuanto antes se busque ayuda médica, más rápido llegará la recuperación. En ausencia de tratamiento, el riesgo de muerte aumenta, ya que el hígado, al ser un órgano vital, finalmente deja de funcionar.

Causas

Para empezar a combatir la obesidad hepática, es necesario conocer sus causas. Los médicos más comunes son:

  • Hipovitaminosis;
  • Huelgas de hambre y monodietas con una brusca disminución de peso;
  • Deficiencia de proteínas y vitaminas, exceso de hierro;
  • Abuso de alcohol;
  • Fumar en grandes cantidades;
  • Estilo de vida sedentario;
  • Alteración del metabolismo;
  • Obesidad general;
  • Intoxicación por toxinas a través de algunos medicamentos, hongos venenosos, alimentos en mal estado, pesticidas;
  • Enfermedades como la diabetes, síndrome de Reye, enfermedades de Weber-Christian y Konovalov-Wilson;
  • Afición por las comidas grasas;
  • Intoxicación crónica;
  • Enteritis y pancreatitis en forma grave.

Los científicos aún estudian la naturaleza de esta enfermedad, por lo que es probable que la lista de posibles causas se amplíe.

Síntomas

Mientras más pronto se reconozcan los síntomas de la enfermedad, más rápido se podrá curar. En las distintas etapas de la obesidad hepática, los signos de la patología se manifestarán de forma diferente.

  • Etapa inicial

En las células hepáticas individuales se observan pequeñas inclusiones de grasa. Los síntomas no se manifiestan de ninguna manera. Solo se puede detectar la enfermedad mediante el análisis de las transaminasas hepáticas.

  • Primer grado

En áreas individuales del órgano ya se acumulan depósitos de grasa más grandes. La enfermedad se mantiene oculta, aunque cada vez más por las mañanas se observa una leve náusea y, con el esfuerzo físico, se siente un hormigueo intenso en el lado derecho.

  • Segundo grado

El tejido graso afecta a casi todas las células del hígado. La sintomatología empeora y el cuadro clínico se vuelve más notable. Se siente pesadez en el lado derecho, se siente malestar en el abdomen, se palpa el agrandamiento del órgano. Los cambios de densidad se notan en la ecografía.

  • Tercer grado

La obesidad difusa se acompaña de la formación de numerosos quistes con grasa en su interior. Esta etapa conlleva mucho sufrimiento. Comienzan las náuseas, se sienten dolores sordos y punzantes en la zona del estómago y debajo de las costillas. El abdomen se hincha, atormenta un meteorismo constante, gorgoteo, estreñimiento (o viceversa, diarrea). Los pacientes se quejan de problemas digestivos.

Sin embargo, el diagnóstico final no se basa en la recopilación información del cuadro clínico. Los médicos remiten al paciente a análisis (bioquímicos, hormonales) e investigaciones de laboratorio (ecografía). Ya con base en los datos obtenidos, sacan conclusiones y prescriben el tratamiento correspondiente.

¿Y sabías que…? el hígado no tiene receptores de dolor. Debido a esto, incluso en estado de descomposición, este órgano nunca duele. Es por eso que su obesidad es tan difícil de reconocer en las etapas iniciales.

Nutrición

En general, para la obesidad hepática se prescribe una dieta bastante estricta, ya que es la dieta inadecuada la que más frecuentemente provoca la enfermedad. Por lo tanto, al confirmar el diagnóstico, lo primero que hace el médico es describir con detalle qué se puede comer y qué alimentos se deben excluir para detener el crecimiento del tejido graso.

Qué se puede comer:

  • Caviar de calabaza;
  • Granos;
  • Mermelada, caramelo, miel, mermelada;
  • Ternera magra, ternera, pollo, conejo;
  • Pescado bajo en grasa: bacalao, bacalao, lucioperca, eglefino, abadejo, lucio, carpa, merluza, ensaladas de mariscos;
  • Productos lácteos bajos en grasa: kéfir, acidófilo, yogur, leche, requesón semigordo;
  • Chucrut no ácido;
  • Frutas y bayas no ácidas;
  • Verduras;
  • Pan seco, tostadas, bizcochos secos, bollos sin levadura, galletas integrales;
  • Aceite vegetal, mantequilla;
  • Salsas a base de crema agria, verduras y leche;
  • Crema agria;
  • Agua de mesa sin gas, jugos de verduras, té suave, infusión de rosa mosqueta, caldo de
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