- Naturaleza
- Causas
- Síntomas
- Nutrición
- Tratamiento
- Complicaciones
- Prevención
La obesidad se descubre fácilmente por la forma borrosa y el aumento de las cifras en la balanza. Esto permite reaccionar de inmediato al problema y eliminarlo. No obstante, a veces el tejido graso ataca un órgano en particular, lo que no siempre se manifiesta por el sobrepeso. En concreto, la obesidad hepática es posible diagnosticarla incluso en personas delgadas.
Las enfermedades peligrosas no se manifiestan de inmediato, por eso no todas relacionan el deterioro del estado de salud con ellas. El tiempo valioso se pierde y la patología en su forma avanzada lleva a consecuencias irreversibles. Por eso es tan importante entender de qué se trata y si se puede curar.
Naturaleza
La enfermedad tiene varios nombres diferentes: obesidad, distrofia grasa, hepatosis, adiposis. Bajo la influencia de diferentes factores, los tejidos hepáticos empiezan a ser reemplazados gradualmente por grasas. A falta de tratamiento adecuado, las células de lípidos ocupan un área cada vez más grande del órgano. Al principio, esto se manifiesta con un fallo menor en el funcionamiento de la “fábrica química” del organismo. Sin embargo, cada vez son más evidentes las alteraciones en el funcionamiento del hígado.
Padecen hepatosis grasa tanto niños como hombres y mujeres. Las causas pueden ser muy diversas. Y si no se elimina el factor desencadenante principal, es poco probable que sea posible librarse para siempre de esta patología. Normalmente, tiene una naturaleza crónica prolongada.
Cuanto antes se busque asistencia médica, más rápida será la recuperación. En ausencia de tratamiento aumenta el riesgo de fallecimiento, ya que el hígado, al ser un órgano vital, deja de funcionar definitivamente.
Causas
Para empezar a luchar contra la obesidad hepática es necesario averiguar su causa. Los médicos nombran como las más habituales:
- hipovitaminosis;
- huelgas de hambre y monodietas con pérdida fuerte de peso;
- falta de proteínas y vitaminas, exceso de hierro;
- abuso del alcohol;
- fumar en grandes cantidades;
- modo de vida sedentario;
- trastorno del metabolismo;
- obesidad generalizada;
- intoxicación con toxinas como consecuencia de la toma de determinados medicamentos, el consumo de setas venenosas, alimentos en mal estado, pesticidas;
- enfermedades como diabetes mellitus, síndrome de Reye, enfermedad de Weber-Krishen y de Konovalov-Wilson;
- afición a comer alimentos grasos;
- intoxicación crónica;
- enteritis y pancreatitis en forma aguda.
Actualmente, los científicos siguen investigando la naturaleza de esta enfermedad, por lo que probablemente la lista de posibles causas se amplíe aún más.
Síntomas
Cuanto antes se reconozcan los síntomas de la enfermedad, más rápido se podrá curar. En los diferentes estadios de la obesidad hepática, los signos de patología se manifestarán de distinta manera.
- Etapa inicial
En las células hepáticas individuales se observan pequeñas inclusiones de grasa. Los síntomas no se muestran de ninguna manera. Detectar la enfermedad es posible solo por medio de análisis de transaminasas hepáticas.
- Primer grado
En diferentes zonas del órgano ya se acumulan depósitos de grasa más grandes. La enfermedad continúa progresando oculta, aunque cada vez más a menudo por las mañanas aparecen náuseas leves y durante el esfuerzo físico se siente un fuerte pinchazo en el costado derecho.
- Segundo grado
El tejido adiposo afecta prácticamente a todas las células del hígado. La sintomatología se agrava, el cuadro clínico se hace más evidente. Aparece pesadez en el lado derecho, se siente incomodidad en el abdomen, el órgano se palpa agrandado. En el examen de ultrasonido se ven cambios en su densidad.
- Tercer grado
La obesidad difusa se acompaña de la formación de numerosos quistes con grasa en su interior. Esta etapa causa numerosos sufrimientos. Empiezan las náuseas, se siente dolor sordo y punzante en la zona del estómago y debajo de las costillas. El abdomen se hincha, sufre un constante meteorismo, gorgoteo, estreñimiento (o, por el contrario, diarrea). Los pacientes se quejan de problemas digestivos.
Sin embargo, el diagnóstico final no se basa en la recopilación de información sobre el cuadro clínico. Los médicos envían al paciente a someterse a pruebas de laboratorio (análisis bioquímicos, hormonales) y de investigación (ultrasonido). Y ya partiendo de los datos obtenidos sacan conclusiones y prescriben el tratamiento adecuado.
¿Sabías qué… el hígado no tiene receptores del dolor? Por eso, incluso estando en un estado de descomposición, este órgano nunca duele. Por eso es tan difícil identificar su obesidad en las primeras etapas.
Nutrición
Normalmente, en caso de obesidad hepática, se prescribe una dieta bastante estricta, porque precisamente una alimentación inadecuada es la que suele provocar la enfermedad. Por eso, al confirmar el diagnóstico, lo primero que hace el médico es describir detalladamente qué se puede comer y qué alimentos hay que excluir, para detener el crecimiento del tejido adiposo.
Qué se puede comer:
- cereales;
- caldo de verduras sin grasa;
- carne y pescado no grasos;
- productos lácteos descremados;
- verduras y frutas;
- pan seco, galletas secas;
- aceite vegetal, mantequilla;
- salsas de crema, vegetales y leche;
- crema agria;
- agua mineral.
La alimentación debe coordinarse con el médico. Él tomará en consideración las características del organismo del paciente y determinará qué alimentos se pueden incluir en la dieta. El médico también prescribirá la cantidad de calorías diarias que el paciente puede consumir.
Los platos se preparan sin sal, no se fríen, sino que se cuecen, se hornean, se cuecen al vapor o se guisan. Se admite el consumo de salvado y comidas complejas, pero en pequeñas cantidades.