Sobre los traumas de la infancia se habla mucho y a menudo; se tiende a culparlos literalmente de todo. Pero ¿realmente una persona tiene esos traumas? ¿Y es posible evaluar de alguna manera?
Sobre esto habló con aif.ru Anastasia Klimenko, psicóloga y psicoterapeuta. De una forma u otra, cada persona está familiarizada con la experiencia de vivencias infantiles traumáticas. La diferencia está solo en la profundidad de los traumas y su influencia en la vida futura. Como dicen los médicos, “no hay personas absolutamente sanas; hay personas que no se han explorado lo suficiente”. Este principio se puede aplicar también a los psicotraumas infantiles: todo el mundo los tiene; solo importa cuánto afectan a la vida de la persona. A veces, una persona puede vivir cómodamente sin darse cuenta de su trauma. Pero, desgraciadamente, a menudo es debido a estas vivencias por las que sufre, y esto afecta a la vida diaria, las relaciones y la autoestima.
Los traumas infantiles son consecuencias emocionales o psicológicas de acontecimientos que ocurrieron en la infancia y que la persona no pudo superar o comprender completamente en ese momento. Estas vivencias pueden persistir en la edad adulta, incluso aunque su influencia no siempre se perciba. Los principales traumas infantiles se forman antes de los 5-6 años, y los acontecimientos que ocurren después suelen convertirse en desencadenantes, situaciones o patrones traumáticos repetitivos que pueden provocar re-traumatización, es decir, una reaparición del trauma en nuevas circunstancias.
Si en la infancia la persona experimentó acontecimientos dolorosos, como falta de cariño, violencia o pérdida de seres queridos, estos dejaron huella en su psique. Y causaron traumas psicológicos. El adulto puede no recordar momentos concretos, porque la psique oculta las vivencias insoportables en las profundidades del inconsciente. Sin embargo, estos traumas se pueden detectar por sus consecuencias: pueden manifestarse en forma de miedos, problemas de autoestima, dificultades en las relaciones, en el trabajo, así como en reacciones inconscientes repetitivas ante situaciones estresantes.
¿Cómo evaluar si tienes traumas infantiles?
Presta atención a tu comportamiento y reacciones emocionales. El comportamiento de una persona que ha sufrido traumas infantiles suele ser el resultado de intentos inconscientes de afrontar el dolor, protegerse de que se repita la experiencia negativa o compensar las necesidades insatisfechas. Estas manifestaciones pueden variar en función del trauma sufrido, de su profundidad y de las características personales de la persona.
Los 15 principales criterios para evaluar el comportamiento de uno mismo en busca de psicotraumas infantiles:
1. Evasión. Esto puede manifestarse en la evasión emocional de la intimidad (miedo a las relaciones serias) o de las emociones profundas por miedo a ser traicionado o herido. También se incluye aquí el aislamiento social: cuando una persona prefiere la soledad y se distancia de la sociedad para evitar un posible rechazo. Y, por supuesto, es la evasión de los desencadenantes: evitar situaciones, personas o recuerdos traumáticos, así como la falta de deseo de hablar de temas dolorosos (por ejemplo, evitar hablar de un matrimonio o una infancia pasados).
2. Control excesivo. Es un rasgo característico de las personas ansiosas que a menudo tiene sus raíces en la infancia. El afán de controlar todo a su alrededor es una forma de compensar el sentimiento de impotencia experimentado en el pasado y crear una ilusión de seguridad. Este control puede manifestarse de diferentes maneras: en el hipercontrol de la pareja en las relaciones, en los intentos de controlar cada aspecto de la vida de los hijos o compañeros, así como en un perfeccionismo excesivo en el trabajo. Sin embargo, en lugar de una sensación de calma, este enfoque a menudo aumenta la ansiedad y crea tensión en las relaciones.
3. Perfeccionismo. Es un constante afán de ser “perfecto” en aras del amor y la aprobación. Detrás de esto se esconde el miedo a los errores o a las críticas, que se perciben como una amenaza al propio valor. El perfeccionismo suele basarse en creencias traumáticas formadas en la infancia: “Solo me querrán si soy perfecto”, “Un error significa que me rechazarán y me quedaré sin necesidad”, “Equivocarse es peligroso e inadmisible”. Tales actitudes hacen que la persona se esfuerce por alcanzar estándares inalcanzables, lo que lleva al agotamiento emocional y a una sensación de insatisfacción interior.
4. Codependencia. Este es un problema común en personas con traumas infantiles, que se manifiesta en la necesidad de complacer a los demás, a menudo en detrimento de sus propios deseos y necesidades. Las personas codependientes dependen de la aprobación de los demás para sentir su importancia y valor. A menudo no pueden establecer límites personales, lo que lleva a caer en relaciones poco saludables, donde sus necesidades y sentimientos quedan en segundo plano.
5. Hipersensibilidad. Las personas hipersensibles suelen mostrar reacciones emocionales excesivamente fuertes ante las críticas, las situaciones conflictivas o cualquier desaprobación de sus acciones. Tienden a percibir incluso los acontecimientos neutros o inofensivos como una amenaza, lo que les hace estar constantemente a la defensiva, incluso cuando no hay un peligro real. Esto puede provocar una tensión constante y dificultades en las relaciones, ya que los demás no siempre pueden entender la razón de tales reacciones.
6. Problemas de autoestima. Muchas personas con traumas infantiles se enfrentan a este problema y a menudo se sienten insuficientemente buenas, indignas de amor o de éxito. Son propensas a la autocrítica y la autodegradación, lo que les impide aceptar sus propios logros y comentarios positivos sobre sí mismas. Los cumplidos o los elogios pueden percibirse como incómodos o incluso como algo que despierta desconfianza, lo que no hace sino reforzar su inseguridad interior.
7. Autoboicot. Este es un autosabotaje inconsciente del éxito, la felicidad o la satisfacción, cuando una persona inconscientemente se impide a sí misma alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, puede posponer tareas importantes, destruir relaciones o renunciar a oportunidades. A menudo esto se manifiesta en una procrastinación constante, especialmente antes de los plazos o en situaciones en las que el éxito en la tarea puede provocar cambios significativos en la vida. Tales acciones suelen deberse a un miedo interno al cambio o a una creencia inconsciente de que la persona no merece el éxito.
8. Ansiedad elevada. Es una compañera frecuente de los psicotraumas infantiles. Las personas con ansiedad elevada suelen sentir una tensión constante y una expectativa de acontecimientos negativos. Se preocupan por el futuro y temen los cambios. La ansiedad puede convertirse en un mecanismo de reacción estable ante diversas situaciones, si el niño observa las reacciones de ansiedad de sus padres. Este comportamiento puede transmitirse de generación en generación, reforzando el sentimiento de inseguridad y miedo.
9. Agresividad o irritabilidad. Una persona puede mostrar ataques de ira o irritación, tratando de protegerse de una supuesta amenaza, que a menudo es imaginaria. La agresión también puede ser una forma de reprimir el sentimiento de vulnerabilidad e inseguridad interior. Las personas con tales manifestaciones a menudo se irritan en respuesta a elogios o ayuda sinceros, percibiéndolos como una burla o un intento de “ponerlas en su lugar”. Este comportamiento está relacionado con la dificultad para aceptar emociones positivas o el reconocimiento, ya que amenaza su sentimiento interno de seguridad.
10. Adicciones. El consumo de sustancias psicoactivas, comer en exceso, sumergirse en el trabajo es a menudo una forma de reprimir el dolor o evitar las emociones. Es un intento de llenar el vacío interior y escapar a un mundo donde pueden distraerse de los problemas reales o olvidarse temporalmente. La adicción se convierte en una forma de afrontar los sentimientos no vividos, los miedos o las necesidades insatisfechas, pero en lugar de resolver el problema, solo aumenta la tensión interior y hace que la persona sea vulnerable.
11. Papel de “salvador”. Una persona puede asumir una responsabilidad excesiva por los problemas de los demás para sentirse necesaria e importante. A menudo, el papel de “salvador” lo asumen quienes en la infancia se vieron obligados a crecer pronto, asumiendo responsabilidades de adultos o privándose de la infancia. Por ejemplo, pueden asumir la responsabilidad del bienestar financiero de sus parientes o controlar la vida personal de sus seres queridos. Esto no es más que una forma de compensar la falta de amor, atención y cuidado durante la infancia.
12. Dificultades en